Desde una temprana edad, siempre me sentí diferente. Mi entorno siempre polarizado entre la admiración y el rechazo, me hizo sentir que tenía un foco en la cabeza y que siempre estaba siendo observada y a la vez cuidada.

Mi cambio como todos los grandes cambios empezó con pequeños avisos que finalmente desembocaron en grandes avisos o grandes noches oscuras del alma, que marcaron un antes y un después en mi percepción de la realidad. El principio de mi viaje espiritual se podría resumir en una búsqueda por encontrarle sentido a todo aquello que estaba vivenciando. Un afán interno en ponerle sentido a mi existencia y autoconocerme tan bien que nadie fuera capaz de describirme erróneamente y yo creerle.

Nunca quise tener dones, ellos llegaron cuando la búsqueda hacia el exterior paró y empecé a buscar las respuestas hacia dentro. Estos, como todo en este multiverso de posibilidades, van mutando y se van expandiendo cuando los pongo al servicio.

Podríamos decir que he vivido muchas experiencias diferentes, he viajado bastante, me he nutrido del amor y también he abrazado la muerte. Y aún me queda mucho por seguir viviendo.